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sábado, 19 de julio de 2014

LOS ALIMENTOS Y LAS REACCIONES ALÉRGICAS

Publicado por:
16 de julio


LOS ALIMENTOS Y LAS REACCIONES ALÉRGICAS

  
Muchos alergólogos enfocan las alergias en forma muy estrecha. Consideran sólo un tipo de respuestas -la atópica- que manifiesta sus efectos en la piel y en las membranas de la mucosa: eczema, fiebre del heno, asma, y desórdenes relacionados con ellos. Se evita mucho el diagnóstico y tratamiento de las alergias nutricionales porque los métodos utilizables sólo pueden tener una certeza del 20%. 

Los ecologistas clínicos, por otro lado, no sólo pretenden descubrir todas las sustancias alergénicas, mediante pruebas precisas, sino que se interesan en las reacciones que aparecen en todas partes del cuerpo. La ecología clínica estudia las reacciones del individuo ante su medio ambiente. Los desequilibrios (reacciones alérgicas) son causados por alimentos, inhalantes, o sustancias químicas que el cuerpo no puede tolerar.


Una alergia es una respuesta adversa a sustancias que no causan respuestas adversas en la mayoría de la gente. El Dr. Alan Levin clasifica las alergias en dos niveles:


Tipo 1: es la alergia clásica, conocida por todos: una inflamación provocada en el tracto respiratorio, nariz, piel, ojos, oídos y el tracto gastrointestinal. Los factores activantes pueden ser: el polvo, pelo animal, árboles, pasto, pólenes, plumas, y algunos alimentos como la leche, el trigo, el huevo, fresas, mariscos, maíz y levadura.


Tipo 2: es una irregularidad en el sistema inmunológico y, a diferencia del tipo 1, incluye un rango más amplio de síntomas que pueden presentarse en cualquier parte del cuerpo, pero, sobre todo, en el sistema nervioso y en el cerebro, provocando alteraciones en el estado de ánimo, percepción, conducta, pensamiento y emociones. Muchos alimentos, inhalantes y productos químicos pueden activar estas respuestas del Tipo 2.


No siempre hay una clara demarcación entre los dos tipos, pero, normalmente, predomina un tipo de alergia. La causa de cada una se encuentra en los glóbulos blancos. Las células T le indican a las células B qué es lo que tienen que hacer. Las células B elaboran anticuerpos contra las sustancias dañinas al organismo. Empiezan y suspenden su producción bajo las órdenes de las células T.


Las personas con tendencia a la alergia Tipo 1 tienen células B hiperactivas y células T "confundidas", incapaces de discriminar cuáles sustancias no son dañinas (polen) y cuáles sí son dañinas (bacterias); de esta manera las células B elaboran una incontrolada sobreabundancia de anticuerpos; en tal situación aparecen las reacciones alérgicas.


En la alergia del Tipo 2, las células B producen otro tipo de anticuerpos llamados inmunoglobulina, sobre todo por influencia de deficiencias nutricionales, sustancias químicas, tensión, radiaciones e infecciones.

Las alergias del Tipo 1 se deben a factores genéticos, hereditarios; su tratamiento consiste en la inmunoterapia (inyecciones) y medicación. Las alergias del Tipo 2 se originan en factores externos, que debilitan el sistema inmunológico; el tratamiento generalmente se orienta hacia los síntomas, dejando las causas intactas.

El sistema inmunológico puede fallar por condiciones genéticas o adquiridas. Las causas adquiridas son:


1. Envenenamiento químico: exposición a pesticidas.

2. Traumas físicos o emocionales: muerte de un ser querido.

3. Exposición a radiaciones: rayos X.

4. Severa enfermedad viral, bacterial, o de fungi: mononucleosis.

5. Severa deficiencia nutricional: dieta inadecuada.

6. Disfunciones metabólicas: desequilibrio hormonal.

7. Desórdenes digestivos: deficiencia de enzimas pancreáticas.


Se puede dañar permanentemente el sistema inmunológico por la acumulación de factores de stress, una combinación de muchos factores, o una exposición masiva a un solo factor de tensión. El primer elemento afectado es la supresión de las células T, con lo que todo el sistema inmunológico queda afectado.


Muchos nutrientes ayudan a mantener sano el sistema inmunológico: la vitamina A, la piridoxina, las vitaminas C y E; el ácido fólico, el ácido pantoténico, el zinc, el selenio, y el magnesio, los ácidos grasos esenciales, y los aminoácidos, son los principales.


La vitamina C es especialmente efectiva para activar los linfocitos T.


Actualmente se enfatiza mucho la función de los ácidos grasos esenciales para fortalecer el sistema inmunológico; tales ácidos se encuentran, sobre todo, en el pescado, en los granos integrales, en las semillas, en los aceites naturales; se recomienda evitar las grasas hidrogenadas (margarinas y alimentos procesados) y las grasas saturadas (carne, crema, mantequilla).


La disfunción inmunológica tiene muchas causas, pero hay una muy frecuente: el hongo candida albicans que habita en la membrana mucosa del tracto intestinal; ocasionalmente puede introducirse en los tejidos y liberar crónicamente sus productos en el torrente sanguíneo. El Dr. Orian Truss, quien investigó este elemento afirma que puede "paralizar" o bloquear las respuestas inmunológicas. Algunas alergias se deben totalmente a la infección de este hongo y se atiende médicamente. La causa más prominente de la infección de la candida albicans es la administración de antibióticos -especialmente los antibióticos de espectro amplio. La evidencia de presencia de este hongo se advierte por las recurrentes enfermedades epidémicas (sobre todo, infecciones de oído), así como: fatiga, irritabilidad, cambios de humor, poca coordinación, falta de concentración, síntomas autistas, dolores de cabeza, urticaria, hongos debajo de las uñas, desórdenes gastrointestinales, gases, diarrea o estreñimiento, escaso apetito, crecimiento retardado, dolores musculares, pie de atleta, infecciones crónicas.


Junto con el tratamiento médico es recomendable evitar: el azúcar refinada, harinas refinadas, todos los quesos, los champiñones, el alcohol, los cacahuetes, pescado y carne secos o ahumados, fruta seca, carnes procesadas, levadura de cerveza, los vinagres. Es recomendable optimizar la dieta, reduciendo el consumo de carbohidratos y fortaleciendo la digestión con enzimas pancreáticas; nutrientes antioxidantes; igualmente ayuda el consumo de ajos, cebolla, brócoli, calabaza.


El sistema inmunológico trabaja íntimamente con el sistema nervioso y endocrino para mantener la homeostasis (equilibrio) en el cuerpo. Las reacciones alérgicas pueden agravarse por varios factores combinados, como: infecciones, fallas en el metabolismo, deficiencias nutricionales, tensión ambiental, o desórdenes digestivos. Anormalidades en el nivel de azúcar en la sangre y problemas digestivos (páncreas) acompañan frecuentemente las manifestaciones alérgicas. Es común, también, encontrar desequilibrio hormonal: baja actividad de la tiroides y sobreactividad de las suprarrenales. El cerebro y el sistema nervioso son muy sensibles a los materiales alergénicos


Una respuesta alérgica, debida a factores nutricionales, inhalantes, o químicos, puede provocar reacciones adversas en cualquier sistema corporal. Si el órgano sensible es el cerebro, el niño puede experimentar hiperactividad cuando toma leche; coraje sin causa, cuando toma cacahuates; o mareo cuando huele perfume. Las manifestaciones alérgicas, sin embargo, pueden incluir a uno o a muchos sistemas corporales, como los siguientes:


1. Sistema nervioso y cerebro: hostilidad, hiperactividad, cambios de humor/personalidad. olvidos, confusión, falta de concentración, mareos, insomnio, mareos recurrentes, somnolencia, dolores de cabeza, poca coordinación, depresión, nerviosismo, irritabilidad, ansiedad, tartamudeo o lentitud en el habla, agitación, problemas de aprendizaje, pánico/miedo/llanto sin causa aparente, alucinaciones, indecisión, letargo, convulsiones, temblores, apatía, escaso rango de atención, marcada timidez o pena.


2. Tracto gastrointestinal: indigestión, nauseas, vómitos, calambres, mal aliento, diarrea, dolores abdominales, boca seca, estreñimiento, sensación desesperada de hambre, pérdida de apetito, flatulencia.


3. Sistema musculoesquelético: dolor de espalda, dolores/calambres musculares, espasmos, artritis, debilidad muscular, tics musculares, dolores en las coyunturas, posturas deficientes.


4. Tracto genitourinario: urgencia urinaria, enuresis, comezones.


5. Piel: ronchas, eczema, comezones, acné, manchas blancas en las uñas, sudores (incluso sudores nocturnos), mezquinos,

6. Ojos, oídos, nariz, garganta: comezón en los ojos; visión borrosa, dolorosa, con manchas, con círculos oscuros, acuosa, doble, distorsionada; dolores, infecciones recurrentes, sordera intermitente, mareos, falta de balance en los oídos; nariz tapada, con frecuente sangrados, con mucho fluido; toz, sequedad de garganta; dificultad para tragar.


7. Sistema cardiovascular: palpitaciones rápidas, dolor de pecho,


8. Sistema respiratorio: asma, bronquitis, infecciones respiratorias, respiración entrecortada, dureza en el pecho, fiebre de heno, sinusitis, rinitis.

Muchas reacciones alérgicas pueden esconderse debajo de una adicción. Muchos alimentos predominantes en nuestra dieta son alergénicos ocultos; por ejemplo, los mayores son: el azúcar, el trigo, y la leche de vaca. Otros alergénicos comunes son: la manzana, los frijoles, la carne, el pollo, el chocolate, los cítricos, el maíz, el huevo, el pescado, la cebolla, el cacahuate, la carne de puerco, la papa, las fresas, el tomate, la nuez, y la levadura.


Cuando un niño busca obsesivamente un determinado alimento, es conveniente sospechar de él como un posible alergénico, por la adicción que no puede manejar el cuerpo. El cuerpo humano constantemente intenta establecer equilibrio y adaptarse al medio ambiente; cuando es expuesto a una substancia que ejerce especial tensión, como los alimentos que no pueda manejar por insuficiente producción de enzimas pancreáticas, el cuerpo intenta la homeostasis metabólica adaptándose, y después, desarrollando una dependencia de tal sustancia. Cuando se ha establecido una adicción alérgica, los efectos negativos se advierten cuando no se consume el alimento alergénico.


Reconocemos la alergia ante una substancia específica por la inflamación de tejidos; cuando esto sucede en el cerebro, no es observable, pero distorsiona severamente la química cerebral, ocasionando anormalidad en la conducta, estados de ánimo, pensamiento, emociones, y percepción.


Marshall Mandell fue el primer médico en sugerir y demostrar que muchos desórdenes en la conducta y en el aprendizaje estaban ligados con la alergia.



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